Como en todos los barrios populares de Bogotá, antiguos, donde todavía se conserva cierta dinámica, aunque se ha ido perdiendo, se debe indicar que le saben perfectamente la vida al vecino, al que vive al lado, o al que vive en la otra cuadra, o al que vive a tres o cuatro cuadras. Se sabe absolutamente todo.
La forma de comunicarse es sacándole los cueros al sol al otro, con la picardía. Actitud que se mantiene todo el tiempo, que es comportamiento popular.
Todos los vecinos han vivido con esa pugna que los caracteriza de la chanza, del dicho, de la burla del otro.
En ese contexto, hay amores pero también hay odios que forman parte de las relaciones.
Hay una anécdota, una nieta de él, vivía en la calle haciendo mandados, era muy activa, y le preguntaban cómo se llamaba y ella respondía con una voz ronca: “ratona”. Le decían ¡no! su nombre de verdad, decía: Marta. Y, le volvían a preguntar entonces, cómo se llama y contestaba “ratona”.
Los apodos en el barrio son muy comunes y demasiado tradicionales. Es la picaresca de las familias viejas que han vivido mucho tiempo ahí.
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